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Moíses



Leer Éxodo 1:2:3
 
 
Tema: El llamado de Moisés
Objetivo: Dios nos cuida y nos prepara para aquel momento cuando estemos listos para servir.
 
Versículo: Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud. Salmos 143:10
 
Introducción:
Que necesitamos ser o hacer para ser escogidos por Dios? Por gracias somos llamados a ser parte del pueblo de Dios y también a servir. Creen que Dios nos llame si estamos en el cuadro de honor de la escuela? Si venimos de una familia muy adinerada? Que tenga un montón de dinero para dar a la Iglesia?. Ciertamente desde antes de nacer, Dios ya sabía que íbamos hacer y el cuida nuestro camino hasta que estemos listos para servirle de corazón. Así le paso a un hombre llamado Moisés, que desde antes de nacer estaba predestinado a morir pero Dios le guardo para que cumpliera sus planes.
Historia:
 
En un periodo de escasez de lluvias, llego el pueblo de Israel a Egipto. Pasó el tiempo y llegaron a ser un pueblo muy fuerte y numeroso. ¡Por todo Egipto había israelitas! Hubo un rey que  le dijo a su pueblo: «Fíjense en los israelitas. Ya son más fuertes que nosotros,   y si no los manejamos con cuidado, van a seguir aumentando; y cuando haya guerra, se unirán a nuestros enemigos, pelearán contra nosotros, y luego se irán. Los egipcios los pusieron a las órdenes de capataces, y los obligaron a construir las ciudades de Pitón y Ramsés.
Había en Egipto dos mujeres que ayudaban a las madres israelitas cuando iban a tener un hijo. Una de ellas se llamaba Sifrá, y la otra se llamaba Puá. Las dos eran hebreas. El rey de Egipto las llamó y les dijo:
 —Cuando ustedes ayuden a las hebreas a tener sus hijos, fíjense si nace un niño o una niña. Si les nace una niña, déjenla vivir; si les nace un niño, ¡mátenlo!
Pero Sifrá y Puá respetaban a Dios, así que no obedecieron las órdenes del rey y los israelitas seguían haciéndose más numerosos,
El rey de Egipto le ordenó a todo su pueblo: «¡Echen al río a todos los niños israelitas que nazcan, para que se ahoguen, pero dejen con vida a las niñas!»
En ese tiempo una mujer tuvo un hijo, y al ver la madre que el niño era tan hermoso, lo escondió durante tres meses. Como no pudo seguir escondiéndolo, tomó una canasta de juncos, le tapó las rendijas con asfalto y pasta de resina, y puso al niño adentro; después fue y dejó la canasta entre los juncos que crecían a la orilla del río Nilo.
Sin embargo, la hermana del niño se quedó a cierta distancia, para ver qué pasaba con él.
Más tarde, la hija del rey de Egipto bajó a bañarse al río y  vio la canasta en medio de los juncos y mandó a una de sus sirvientas que fuera a traerla. Cuando abrió la canasta, y vio al niño llorando, le dio lástima. Sorprendida gritó: «¡Es un niño israelita!»
En ese momento la hermana del niño salió y le dijo a la princesa: —¿Quiere Su Majestad que llame a una mujer israelita para que alimente y cuide al niño?  Y ella contestó: —Anda, ve a llamarla. La hermana fue y llamó a su mamá.
Cuando la madre llegó, la princesa le dijo: —Llévate a este niño a tu casa. Aliméntalo y cuídalo por mí, y yo te lo pagaré. La madre se llevó al niño y lo cuidó.
Cuando el niño creció, se lo llevó a la princesa. Entonces ella lo adoptó como su propio hijo y le puso por nombre «Moisés», que quiere decir «Yo lo saqué del agua».
 Años después, cuando Moisés ya era adulto, fue al lugar donde los hombres de su pueblo trabajaban como esclavos. De pronto vio que un egipcio maltrataba a un israelita;  miró a todos lados, y como no vio a nadie, mató al egipcio y lo enterró en la arena.
Al día siguiente Moisés volvió a salir, y al ver que dos israelitas se estaban peleando, le dijo al que golpeaba al otro: —¿Por qué le pegas a uno de tu propio pueblo?
Aquél le respondió: —¿Y quién te ha dicho que tú eres nuestro jefe o nuestro juez, y que puedes mandarnos? ¿Acaso piensas matarme como mataste al egipcio? Al oír esto, Moisés se llenó de miedo y dijo: «Seguramente ya se supo que maté al egipcio».
 En efecto, como el rey de Egipto se había enterado del asunto, mandó a buscar a Moisés para matarlo. Pero Moisés huyó y se fue a un lugar llamado Madián donde se casó y tuvo un hijo.
Muchos años después murió el rey de Egipto. Sin embargo, los israelitas seguían quejándose, pues sufrían mucho como esclavos y Dios vio sus sufrimientos.
 
 
Desarrollo:
 Moisés cuidaba las ovejas de su suegro Jetró, que era sacerdote de Madián. Un día, Moisés llevó las ovejas por el desierto y llegó hasta la montaña de Dios que se llama Horeb.
 Allí Dios se le apareció en medio de un arbusto que ardía en llamas. A Moisés le sorprendió ver que el arbusto estaba en llamas y  no se quemaba.
Y dijo: «¡Qué extraño! ¡Voy a ver por qué no se quema ese arbusto!»
Cuando Dios vio que Moisés se acercaba, le gritó: —¡Detente Moisés! Moisés contestó: —¡Qué pasa, Señor!
Dios le dijo: —¡No te acerques más! ¡Quítate las sandalias, porque estás en mi presencia!
Yo soy el Dios de tus antepasados; yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Al oír esto, Moisés no se atrevió a mirar a Dios y se tapó la cara.
Pero Dios siguió diciéndole: —Yo sé muy bien que mi pueblo Israel sufre mucho porque los egipcios lo han esclavizado, también he escuchado sus gritos pidiéndome ayuda. Por eso he venido a librarlos del poder egipcio. Los voy a llevar a una región muy grande y rica; ¡tan rica que siempre hay abundancia de alimentos! Es Canaán, país donde viven pueblos que no me conocen. Así que prepárate, pues voy a mandarte a hablar con el rey de Egipto, para que saques de ese país a mi pueblo.
Moisés contestó: —¿Y quién soy yo para ir ante él y decirle: “Voy a sacar de aquí a los israelitas”?
Dios le dijo: —¡Moisés, yo estaré contigo en todo momento! Y para que sepas que yo soy quien te envía, voy a darte una señal: Después de que hayas sacado a los israelitas, todos ustedes me adorarán en este mismo lugar.
Moisés respondió: —Pero si voy y les digo a los israelitas: “Nuestro Dios, es decir, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me ha enviado a libertarlos”, seguramente van a decirme: “A ver, dinos cómo se llama”. Y entonces, ¿qué les voy a responder?
Dios le contestó: —Diles que soy el Dios eterno, y que me llamo Yo soy. Diles a todos que yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, los antepasados de ustedes. »Así que ve a Egipto y reúne a los jefes de Israel. Cuéntales que yo, su Dios, me aparecí ante ti, y que sé muy bien cómo sufren en Egipto.
Diles que les prometo librarlos de su esclavitud, sacarlos de Egipto, y llevarlos a Canaán, país donde viven pueblos que no me conocen. ¡Es un país tan rico que siempre hay abundancia de alimentos!
 »Yo sé que los jefes te harán caso, así que tú y ellos se presentarán ante el rey de Egipto y le dirán: “Nuestro Dios ha venido a encontrarnos. Queremos que Su Majestad nos deje ir al desierto, hasta donde lleguemos en tres días. Allí adoraremos a nuestro Dios y le presentaremos ofrendas”.
 »Claro, yo sé que el rey no va a dejarlos ir, pero lo obligaré a hacerlo.
Usaré mi poder y haré cosas increíbles, con las que destruiré a los egipcios. Sólo entonces los dejará ir.
 Además, haré que los egipcios les hagan muchos regalos; así ustedes no saldrán de Egipto con las manos vacías.
 Todas las israelitas irán a ver a sus vecinas egipcias y a las que vivan con ellas, y les pedirán joyas de plata y de oro. También les pedirán ropa, y con ella vestirán a sus hijos y a sus hijas. Las egipcias no les negarán nada. Así los egipcios se quedarán sin nada de valor.
 
Aplicación:
Dios es omnisciente, el todo lo sabe, y sabe si lo vas a obedecer, si serás rebelde, etc. pero también sabe el día cuando aceptemos nuestros errores y queramos ser perfeccionados por Él para algún día poder servirle a Él y a si Iglesia. Demos gracias a Dios por su paciencia y porque ha puesto sus ojos en nosotros.
 
ACTIVIDAD
 
 
 
 
 
 
 
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